Estructuras volantes

ESTRUCTURAS VOLANTES

Volar es integrarse en la sutil materia que fluye, es adaptarse al ritmo de las presiones o fuerza en las ascendentes térmicas, agitados vórtices, suaves a veces, caóticas turbulencias, en el ancho espacio surcado por la curva de la gravedad, por el vértigo abismal. Otras dimensiones y acaso un sensual pie, que escapa blando del plano de la tierra. Con una suerte de control emocional.

Puede que sean estos deseos, también una forma de sabiduría, una forma sensible y apasionada de conocimiento, deleite y experiencia participativa. Este ejercicio, aquella mecánica y procesos, sus principios energéticos, las tensiones que afectan los comportamientos de las estructuras y elementos integrados que lo conforman, nos permiten utilizarlos como un soporte en el ámbito de lo estético.

En un sentido primario, he intentado utilizar estos objetos capaces de volar como un medio para cuestionar o estimular las condiciones expresivas del entorno, asumidas o interpretadas por su carga poética o emocional, contrastando la geometría de las proporciones y relaciones de la estética clásica con las nociones del espacio y del tiempo de hoy.

Entiendo aquí, la geometría y las matemáticas en el arte, como herramientas, materiales para captar algunos aspectos de la realidad circundante, en el sentido también de interacciones, analogías y correspondencias entre las estructuras, incluyendo las nociones de caos, vacío, límites y tiempo.

Arte, ciencia y tecnología son instrumentos para mí que sirven a la misma causa, una formulación sensible de los distintos niveles de identidad universal que seamos capaces de expresar.

Los cielos y el espacio, la luz y el color, su ausencia o las sombras, la brisa y sus murmullos son el soporte donde intento establecer estas estructuras capaces de volar, y quizás, de interpretar la dinámica, la relatividad de nuestra posición en el cosmos, la interacción de todos los componentes de la naturaleza, el sentimiento de integración en la infinita complejidad y al mismo tiempo simplicidad del universo.

JOSÉ MARÍA YTURRALDE